Transferencia de Calor

Durante esta semana, los alumnos han escrito microrrelatos con la temática "Transferencia de Calor", una asignatura del grado de Ingeniería Industrial que está dándole muchos quebraderos de cabeza a los alumnos.

Reda Bouyfounassen Mamri:

El ingeniero se las prometía felices, pero cuando apareció ella, comenzó a plantearse si merecía la pena todo aquello.

Fernando Salgado:

Tiró de la manta, era invierno. No sin antes dejar un beso sobre un hombro hace horas dormido. Desperté congelado, con una espalda como único consuelo al dolor sordo de mi cuello.
Si es que ni en la cama apruebo la jodida transferencia de calor.

Ignacio Areitio Trillo:

Una mañana fría, llegó una notificación a mi móvil. Me invadió un calor solo con saber qué el gato está vivo y muerto. Me paré, abrí el correo y con un vistazo pensé en el verano. 

Javier Llarena Sánchez:

Se despertó a su lado, percibiendo el olor que ella desprendía, casi místico.
Él la observaba, petrificada, y con los primeros rayos de luz incidiendo sobre su sinuosa figura. Fue en ese momento, tras la transferencia de calor, en el que se dio cuenta.

Francisco José Rodríguez Fernández:

Vivían en un barrio ajetreado. Día tras día, niños, adultos y ancianos lo recorrían absortos en sus propias mentes, ajenos a todo aquello que no fuera de su incumbencia.
Marta sentía que no podía ser más feliz. Cualquiera que se preguntara cuál era la razón de ello hallaría la respuesta en un humilde piso de la zona. Sonajeros, chupetes, biberones y telas pequeñas cubrían la superficie del salón mientras un afable anciano se dedicaba a dar las últimas punzadas a un conejito de peluche.
Javier trabajaba hasta tarde, como era habitual. Su trabajo era agotador, sin embargo, siempre una sonrisa iluminaba su rostro. Estaba a punto de entrar en una nueva etapa de su vida, y aunque fuera a ser difícil para él y para Marta, sabía que ambos se esforzarían para lograrlo. Llegó el gran día y el llanto de un recién nacido voló hasta un barrio ajetreado para unirse al último suspiro de un afable anciano…

Miguel García Fernández:

Leganés, 9 de enero a las 16:00, Juan se preparaba para el tenebroso examen de
Transferencia de Calor.
Llegaba el imperturbable profesor, daba comienzo el “partido”, las fotocopias del
examen iban repartiéndose una a una a los asustados alumnos, que se temían lo peor.
Juan, sin embargo, ya empezaba a acostumbrarse, era la cuarta vez que repetía este
examen, ya que, a pesar de su esfuerzo, no era capaz de lograr el ansiado aprobado.
Comenzaba el examen, Juan se puso manos a la obra durante 3 agónicas horas, hasta
que el profesor anunció el final.
Las fotocopias del examen, ahora con varias hojas que reflejaban los conocimientos de
los alumnos, eran recogidas por el profesor. Terminaba el partido para Juan, que ahora
debía esperar el resultado, que podría, o no, dar por finalizada esta asignatura que
llevaba preparando durante 2 años.
Madrid, 17 de enero 9:00, Juan se acababa de despertar cuando recibe el temido email
de la Universidad, Noreply, envío de notas provisionales. De repente, una mezcla entre
sonrisa e incredulidad invadía a Juan, 5.0, APROBADO.

Daniel Aceituno Gómez:

Se hablaba de una pareja de estrellas. Una radiante, la otra, moribunda. Por cercanía fueron tomando la una de la otra, hasta que a los pocos meses la que se apagaba se hallaba rebosante de vida. La otrora gloriosa, sin embargo, había perdido parte de su luminosidad. En busca de irradiar cada vez más, la beneficiada buscó a otra. Tan radiante llegó a ser que, para mirarla, las estrellas debían ponerse gafas de sol.

Roberto de Mier Pascual:

Abrió los ojos. Era un día distinto. Sabía las instrucciones y cómo proceder. Llegó al oscuro lugar de la reunión donde encontró un misterioso sobre. Tenía grabado “Transferencia de calor” en el destinatario junto a su nombre. Lo abrió impulsivamente. Mientras leía el contenido escuchó unos decididos pasos acercándose por su espalda. Cerró los ojos y sonrió.

Marcelo García Jara:

Estaba leyendo un libro cuando se me cayó una olla a presión llena de agua hirviendo por la ventana. Vivo en un sexto piso. La olla al impactar contra el suelo del patio salió disparada acompañada de un estruendo semejante al de una bomba, sigo asombrado por como una olla puede rebotar así. La tapa de la olla a presión se desprendió, dejando que el agua hirviendo salga a volar y bailar libremente. El agua hirviendo tomaba formas preciosas: esferas uniformes, rombos totalmente simétricos, toda clase de paralelepípedos, prismas que proyectaban un arcoíris con los rayos del sol, y mi favorita, una forma similar a la cara de una señora de mediana edad. Como el agua estaba hirviendo, me recordó a mi madre cuando se enfada conmigo y parece que echa humo por cada poro de su cabeza (recomiendo huir en esos casos). Menos mal que todo el desastre del agua no llegó a tocar nuestra ropa tendida, pero sí la del vecino de abajo, que se joda.
Mi cerebro, bastante curioso, no dejó pasar esta oportunidad para preguntarse a sí mismo si el agua con forma de señora enfada, tendría la misma temperatura que mi madre enfadada. No tuve que pensar mucho en la respuesta de ese problema a nivel de examen, venía resuelto en el libro "Transferencia de Calor para científicos e ingenieros" que estaba leyendo, en el capítulo final: "Ollas a presión llenas de agua hirviendo que se caen por la ventana".

Paula Espinosa Nogales:

15511, foco de preocupaciones y quebraderos de cabeza de importancia y temporalidad cuestionables, sólo ofrece una ligera noción al respecto. Eran necesarios dos cuerpos para que tal fenómeno se produjese. Bastaba con que uno de ellos percibiese en el otro el anhelo de aquello que él emanaba. La reversibilidad de ese vínculo dependía de si su
implicación era o no, total. En caso de serlo, no habría vuelta atrás, su relación se
convertiría en unidireccional y dependiente, ninguna de sus partes volvería a ser lo que un día fue.

Marta Vara Martinez:

Era un manojo de nervios, la intranquilidad personificada. Clara se dirigía al examen más importante del curso, cuando se encontró a Marcos. Un abrazo, dos besos y varias sonrisas nerviosas. Entendió entonces que la transferencia de calor no era solo una parte importante de la física, sino también de la química.

Juan Enrique Martín:

Se encontró inmóvil en su jaula helada, que ya sentía su compañera cuando llegó la llama, disfrazada de verde, dispuesta a derretirlo todo.

Alberto Merino de Mena

Sólo con esa mirada y el roce de sus manos sintió más que en los últimos años.

María Blanco

Era interesante ver a los jóvenes sentados en las mesas, afanados en completar el
examen. Según sabía era un tema complicado. Mordidas a los bolis, apretar con fuerza
el boli contra el papel, ir hacia delante y hacia atrás frenéticamente en aquel formulario
de más de medio centenar de páginas, pulsar con ganas las teclas de la calculadora. En
sus mentes bailaban los mecanismos de transferencia de calor, con sus fórmulas, sus
unidades, sus sentidos y direcciones. Aquellas palabras los acompañaban: convección,
radiación, conducción, Nusselt, Reynolds…
Fue en aquel momento cuando aquel señor, que nunca había dado clase a ninguno de los
allí presentes, anunció que sólo les quedaban cinco minutos para terminar la prueba.
Hubo una intensificación en las acciones de los alumnos.
Quedaban segundos para que tuviesen que entregar los papeles, para que los pasillos se
llenasen de murmullos, de quejas, de pasos dirigiéndose a la salida, pero todavía
quedaba entregar el examen y hasta que llegase el momento no se podían rendir, para
demostrar que entendían aquellas palabras y sabían usarlas.

Guillermo Blanco Gabella:

Abrió los ojos, se encontraba en un lugar desconocido, oscuro y húmedo
se puso en pie y se dirigió a la salida, al cruzar el marco de la puerta un
hombre le agarró del brazo bruscamente y le llevó al centro de una sala
sombría. De repente de la oscuridad surgió un extraño con rostro serio
portando una pistola y sin vacilar apuntó a su cabeza. Cerró los ojos
esperando su final sonó el clic del gatillo y noto el calor... El calor de sus
manos agarrándole en la camilla del hospital, cerro los ojos y suspiro aliviado.

Eliana Gutiérrez Muñoz:

Estación de tren de Atocha.
La muchedumbre viene y va si cesar. Parejas abrazándose, transfiriendo calor de un cuerpo a otro. Lo que no saben es que a veces, solo hace falta mirar la luna para sentir el calor de otra persona.

Lucia Durán Martín:

Me quedé fija mirando la pared desierta de mi habitación. Notaba la soledad
que transmitía toda la cada. No sé por qué necesitaba dejar todo atrás.
Hablabas del lugar donde iríamos, qué nos esperaba... Y mientras la pared y mi
espalda entraban en equilibrio térmico y, a pesar de sentir frío, seguía con la
mirada confusa. De repente un estrépito me sacó del trance.

Sandra Santos Gálvez


Era uno de esos días. La lluvia golpeaba los cristales y contagiaba serenidad.
En el salón, dos hermanas permanecían en silencio desde quién sabe cuándo.
Al dar las seis se levantaron, una después de la otra, y se aproximaron a la puerta.
Se miraron durante un segundo con una expresión de desasosiego y se fundieron en un abrazo.
Al separarse, sus gestos desprendían ligereza.

-Hasta el próximo abrazo-

Pablo Teno Sánchez:

Y hasta que no se fue y cerró la puerta, no caí en la cuenta del frío que estaba haciendo
aquel verano.

Diego Florez Echavarria:

Un calor atroz sufría la termita.

- Aun viviendo en la corteza fresquita de este árbol sufro las altas temperaturas de
la estación. - se quejaba el insecto sin percatarse de la presencia de su compañera.
- ¿Por qué siempre te estas quejando y nunca buscas una solución? - replico la
termita hembra mientras se incorporaba y ponía cuatro patas en jarra. –
Podríamos mudarnos a otro árbol con la corteza más gruesa, si aumenta el espesor
la radiación del sol penetrara menos y así la temperatura no será tan alta.

La compañera empezó caracterizar el problema en cuestión midiendo y calculando
todos los parámetros necesarios para que su compañero calculase el mismo si merecía la pena o no la mudanza.
Un árbol a la merced de los elementos sufre cambios bruscos de temperatura. Dados
los datos, calcule la distribución de las temperaturas en el caso a estudiar.
Finalmente presento un escrito con todos los datos ¡y con dibujo incluido!


- ¿Qué te parece? Ya puedes calcular el problema- dijo la termita hembra, que
orgullosa de su trabajo le acerco el dibujo y los datos a su compañero.
- Para cuando pueda calcularlo será otoño y no tendré que preocuparme del calor.

Fernando Hernández Vicente:

Yo frío, tú caliente.
Dicen que todo se equilibra
Pero que sabe la gente
De cómo me tocabas la fibra

Caliente como el hielo, frio como tu boca.
Te fuiste cuando el radiador ya estaba encendido
y parecía que todo lo malo había concluido.
Pero a veces la física también se equivoca.

Jaime Diaz Martín

Alejandro estaba sentado en aquel solitario tren, como cada mañana, viendo como pasaban los minutos a través de aquellos edificios que nunca se movían. Poco a poco se iba acercando ese momento al que tanto le temía desde aquel día en el que, sin quererlo ni beberlo, el miedo se apoderó de él, de la mano de aquellas frases que no paraban de retumbar en su cabeza, como si de un eco terrorífico se tratara, “Transferencia de calor es horrible”, “No hay nadie que consiga superar de ninguna manera esa asignatura” …
Por fin llegó el momento pensaba ella, aquella asignatura que parecía que cobraba vida con los suspiros de temor, mientras observaba como aquel tímido chico entraba a su clase, donde nadie entendía el porqué de la cara tan inquietante que llevaba Alejandro. Nadie, excepto él, sabía en el infierno en el que se estaban adentrando…

Arturo Herrera Carmena:

En un bosque helado se encontraba un hombre fatalmente herido. En su desesperación para alejar al cruel frío, se dispuso a encender una hoguera. Buscó palos y hojas secas en las faldas de los colosales robles. Una vez satisfecho de haber reunido suficiente alimento para el ansiado fuego, a duras penas se dirigió hacia el centro de un pequeño claro donde se atisbaba un tenue rayo de luna entre las enormes copas de los voluptuosos árboles. Cogió una caja de cerillas de su bolsillo y encendió una. Por un momento, y gracias a la luz de la cerilla se pudo vislumbrar una cara llena de heridas, la acercó al botín que acababa de recoger y al poco tiempo un tímido fuego surgió de él, fue cogiendo confianza hasta hacerse vigoroso. El cansado hombre se acercó a él en busca de que le ofreciera algo de su calor a cambio de haberle dado vida, no era caprichoso y le dio lo que el hombre tanto ansiaba. Así los dos se quedaron unas horas, sin embargo, la vida del fuego no es muy duradera y cuando la última de sus ascuas se consumió, el hombre exhaló su último aliento.

Álvaro Manzano Sevillano:

Álvaro ha escrito tres microrrelatos,

+Camarero: ¿está a su gusto?
-Habría aumentado el tiempo y temperatura de cocción
+Camarero: ¿no será crítico?
-De transferencia de calor

Los troncos bailaban y los jadeos solo cesaron cuando se puso a hacer fuego. Afilado el palo el desquicio le llenó los pulmones de la velocidad del giro. La puerta se abrió. No se lo podía creer, su universitario pseudo-scout estaba haciendo macarrones con su diagrama. Hoy necesitaría dosis extra de alpargata.
Nota: en térmica y transferencia de calor se usa un diagrama de cambio de fase del agua

Tras las extracciones del verano, el invierno devoraba los cuerpos desamparados. Sin cápsulas, el corazón se te encogía y la oscuridad te sumergía. Solo esas gotas consumían elegías.

Diego Martinez García:

Estaba tumbado en la oscuridad.

Una manta me cubría aportándome una sensación cálida y confortable. Parecía que todo estaba tranquilo. Sin embargo, podía apreciar como la temperatura aumentaba hasta el punto de sentir que me quemaba. Trataba de retirar la manta, pero era imposible, algo la aferraba a mí impidiendo que me moviera. La angustia era cada vez mayor. Comenzaba a asfixiarme, sentía que no podría escapar de allí, que mi momento había llegado hasta que un fuerte ruido sonó.

Mercedes Martinez Lorencio

Era una noche oscura y cerrada. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me asusté por un momento.  
Pero solo era mi abuela, que pasaba a saludar.

Jaime Conde

Escocia, Glasgow, cinco de la tarde. Fuera frío y lluvia. Dentro de la habitación una chica ardiendo.
España, Madrid, seis de la tarde. Fuera calor y cielo abierto. Dentro de la habitación un chico se congela.
Ella le llama y él acaba derritiéndose.

Marcelo Paolo Calagua Vega

Contexto
Estoy en tercero de ingeniería industrial, una carrera generalista. El próximo curso tengo que elegir la rama que quiero “intensificar” y una de las opciones que barajo es la de mecánica de fluidos y transferencia de calor. La matrícula se hace en julio así que tengo que pensarlo ya y, sobre todo, ver si compensa estudiar algo tan duro o si tiene salida laboral.
Amor y odio
Transferencia de calor… Me trataste mal, me humillaste, te reíste de mí y me diste falsas esperanzas y aún así, te quiero. Quizá me esté apoyando en algo que me dará la espalda el día de mañana, o quizá esté construyendo los cimientos de mi posible futuro. Me sentía tonto cuando estaba contigo, si te entendía, era el tío más listo del mundo, siempre era así. Lo di todo por tenerte, no solo te di tiempo, también vida y para qué, para recibir 6 malditos créditos… Aún no sé si mereció la pena, aun estoy dolido, por tu culpa perdí la batalla contra ERMI y no sé si conseguiré ganarla. No solo me has hecho daño a mí, también a mis seres más queridos, a mis amigos, a mis hermanos. Y aun así te quiero… Solo el tiempo dirá si mereció la pena, dentro de varios años te recordaré con odio o con más pasión, no lo sé, a finales de este curso tendré que elegir si volver contigo o separar nuestros caminos. Mi cabeza está llena de dudas, pero lo que más me aterra es esa voz… Tu voz, pidiéndome volver. Me estás volviendo loco, pero a veces el éxito empieza con una locura.
Ignacio Areitio Trillo
Llego al aula del examen, me siento. 

El profesor entonces me entrega el examen y da la orden de empezar.

Se me hielan las venas al ver el examen.

A la brecha una vez mas.
Miguel Ángel Jiménez Maroto
Ella es ansiosa, lo quiere todo, pero aún así no deja indiferente a nadie. Le buscó por el jardínhasta encontrarle detrás de la niebla fruto de la calima, el estaba ahí expectante, observandolos frescos robles que parecían no tener fin, y ella le llamó por su nombre fue hacía el y leabrazó. Pareciese que el frío del clima se haya transformado en calor, producido por el amor,como si se traspasase el calor a causa de la energía que transmite su afecto. Nadie observó eseabrazo, pero la brisa, única testigo del amor, siguió su camino hacía la rivera siempre con esecálido aroma y con el secreto del abrazo en el jardín. Ella es ansiosa, pero esta completa puesel calor en invierno es oro para los humanos.

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